Quién
sabe si fue suerte, coincidencia o simple dharma, yo me quedo con este último.
Porque la Vitalia del Carmen a pesar de poseer los prejuicios morales tan
típicos de nuestros adultos mayores, ha vivido una vida correcta y ha cumplido
con los requisitos que todo ser humano debe cumplir; jamás le ha hecho daño a
alguien y siempre ha ayudado a los suyos y a los no suyos sin distinción alguna.
Por eso, quizás el destino escribió en su vida que el año 1980 se embarazara
por primera vez de una hermosa niña que sería bautizada con el nombre de Marcia
Ivonne. Este embarazo provocó que constantemente se ausentara del trabajo entre
fines de ese año y principios de 1981. O sea, para poner las cosas en contexto,
faltó en el exacto tiempo en que miles de entusiastas secretarías de las nuevas
y modernas administradoras de fondos de pensiones se desplegaban por el
hospital base de Osorno, y por tantas otras instituciones y empresas a lo largo
del país, para condenar a millones de trabajadores, quienes por órdenes
mayores, no podían negarse a firmar el papel que legalizaba el cambio impulsado
por el entonces Ministro de trabajo José Piñera. La historia cuenta que tres
veces llegó una secretaria especialmente a buscar la rezagada firma de la
embarazada trabajadora en días en que de alguna manera estaba al tanto de su
asistencia, y que en todos esos días, la hija, aún desde su vientre, le alertó
la amenaza seguido de malestares y mareos que terminaban con ella siendo
enviada a su casa, y así tres veces se salvó de encontrarse cara a cara con el
papel que la condenaba a una pensión miserable. El tiempo pasaría, la Marcia
Ivonne nacería y la secretaria, aburrida de perder su tiempo, nunca más volvió.
De esa manera la Vitalia del Carmen se mantendría en el antiguo sistema de
pensiones y así también se libraría de un futuro difícil e incierto en el país
experimento del neoliberalismo, porque ganar el 80% de tu sueldo antiguo en
tiempos donde la mayoría de nuestros pensionados sobreviven con montos de
miseria mientas el precio de la vida continúa su constante subida, es sin dudas
un pequeño milagro dentro de tantas carencias y pesares. Ahora entiendo por qué rezas tanto, Vitalia
del Carmen. Aunque yo sigo creyendo que fue el dharma.