viernes, 23 de septiembre de 2022

MI AMIGO VASKA

 

Mi abuela siempre decía que ella, mi madre y yo, sobrevivimos al duro bloqueo de Leningrado y al hambre sólo gracias a nuestro gato Vaska. Si no fuera por este animal pelirrojo, mi madre y yo habríamos muerto de hambre como muchos otros. Todos los días Vaska salía a cazar y mi abuela preparaba un guiso con lo que traía, ya sea un ratón o un pájaro. Al mismo tiempo, el gato siempre se sentaba cerca y esperaba pacientemente su turno para comer, y por la noche los tres nos tumbábamos bajo una manta y él nos calentaba y nos adormecía con su ronroneo. Una vez sintió el bombardeo mucho antes de que se anunciara el ataque aéreo, empezó a dar vueltas y a maullar lastimosamente, mi abuela consiguió recoger las cosas y salir corriendo de la casa. Cuando huyeron al refugio, como un miembro más de la familia, lo arrastraron con ellos y vigilaron que no se lo robaran o se lo comieran El hambre era terrible. Vaska estaba hambriento como todos los demás y en los últimos años de la guerra enflaqueció demasiado. Durante todo el invierno y hasta la primavera, mi abuela recogía migas para los pájaros, a partir de la primavera se iban de caza con el gato. La abuela echaba migas y se sentaba con Vaska en la emboscada, su salto era siempre sorprendentemente rápido y preciso. Vaska estaba hambriento como nosotros y no tenía la suficiente fuerza para quedarse con su presa, cogió un pájaro y la abuela salió corriendo de los arbustos y le ayudó. Así, desde la primavera hasta el otoño, también comíamos pájaros. Cuando por fin se levantó el bloqueo y apareció más comida e incluso después de la guerra, mi abuela siempre le daba al gato el mejor trozo. Lo acariciaba cariñosamente diciéndole: eres nuestro sostén. Vaska murió en 1949, mi abuela lo enterró en el cementerio, y para que la tumba no fuera pisoteada puso una cruz y escribió Vasily Bugrov. Luego mi madre puso a mi abuela al lado del gato, y después enterré a mi madre también allí. Así que los tres yacen detrás de la misma valla, como en la guerra, bajo una misma manta.

 

 

Extracto del libro "Últimos testigos: Los niños de la Segunda Guerra Mundial" de Svetlana Alexievich.

 






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