Mi
abuela siempre decía que ella, mi madre y yo, sobrevivimos al duro bloqueo de
Leningrado y al hambre sólo gracias a nuestro gato Vaska. Si no fuera por este
animal pelirrojo, mi madre y yo habríamos muerto de hambre como muchos otros.
Todos los días Vaska salía a cazar y mi abuela preparaba un guiso con lo que
traía, ya sea un ratón o un pájaro. Al mismo tiempo, el gato siempre se sentaba
cerca y esperaba pacientemente su turno para comer, y por la noche los tres nos
tumbábamos bajo una manta y él nos calentaba y nos adormecía con su ronroneo.
Una vez sintió el bombardeo mucho antes de que se anunciara el ataque aéreo,
empezó a dar vueltas y a maullar lastimosamente, mi abuela consiguió recoger
las cosas y salir corriendo de la casa. Cuando huyeron al refugio, como un
miembro más de la familia, lo arrastraron con ellos y vigilaron que no se lo
robaran o se lo comieran El hambre era terrible. Vaska estaba hambriento como todos
los demás y en los últimos años de la guerra enflaqueció demasiado. Durante
todo el invierno y hasta la primavera, mi abuela recogía migas para los
pájaros, a partir de la primavera se iban de caza con el gato. La abuela echaba
migas y se sentaba con Vaska en la emboscada, su salto era siempre
sorprendentemente rápido y preciso. Vaska estaba hambriento como nosotros y no
tenía la suficiente fuerza para quedarse con su presa, cogió un pájaro y la
abuela salió corriendo de los arbustos y le ayudó. Así, desde la primavera
hasta el otoño, también comíamos pájaros. Cuando por fin se levantó el bloqueo
y apareció más comida e incluso después de la guerra, mi abuela siempre le daba
al gato el mejor trozo. Lo acariciaba cariñosamente diciéndole: eres nuestro
sostén. Vaska murió en 1949, mi abuela lo enterró en el cementerio, y para que
la tumba no fuera pisoteada puso una cruz y escribió Vasily Bugrov. Luego mi
madre puso a mi abuela al lado del gato, y después enterré a mi madre también
allí. Así que los tres yacen detrás de la misma valla, como en la guerra, bajo
una misma manta.
Extracto del libro
"Últimos testigos: Los niños de la Segunda Guerra Mundial" de
Svetlana Alexievich.