Nunca te enamores de
una jodida drogadicta:
Las primeras luces del
día te sorprenderán
Con sangre en los
nudillos y empapados de orines,
Ese meado cada vez más
oscuro, cada vez
Más preocupante. Como
cuando en una isla griega
Ella se escondía entre
las rocas o en un cuarto
De pensión en
Barcelona, recitando a Ferreter,
En catalán y de memoria
mientras calentaba
La heroína en una
cuchara que se doblaba,
Como si el cabrón de
Uri Geller estuviera
En la habitación
vecina. Nunca, nunca te encoñes
De una jodida puta
suicida; el alba en tu rostro,
Se dividirá en figuras
geométricas semejantes
A la muerte. Inútil y
con los bolsillos vacíos,
Vagarás entre la luz
cenicienta de la mañana,
Y entonces el beso,
extinguido, te parecerá,
Una broma que nadie se
tomó la molestia
De explicarte, una
frase vacía, una clave
Grabada en el aire. Y
luego, el azur, el jodido
Azur. Y el recuerdo de
sus piernas sobre tus
Hombros. Su olor
penetrante y extraño. Su mano
Extendida esperando el
dinero. Ajena a las confesiones
Y a los gestos
establecidos del amor. Ajena al dictado
De la tribu. Un brazo y
unos pies pinchados.
Una y otra vez,
espejeantes en la raya que separaba
O que unía lo esperado
de lo inesperado, el sueño
Y la pesadilla que se
deslizaba por las baldosas,
Como la orina cada vez
más negra: whisky, coca cola
Y finalmente un grito
de miedo o de sorpresa, pero no
Una llamada de auxilio,
no un gesto de amor,
Un jodido gesto de amor
a la manera de Hollywood,
O del Vaticano. ¿Y sus
ojos, recuerdas sus ojos detrás
De aquella cabellera
rubia? ¿Recuerdas sus dedos sucios restregando
Esos ojos limpios, esos
ojos que parecían mirarte desde otro
Tiempo? ¿Recuerdas esos
ojos que te hacían llorar
De amor, retorcerte de
amor en la cama sin hacer
O en el suelo, como si
el mono lo tuvieras tú y no ella?
Ni siquiera debería
recordar esos ojos. Ni un segundo
Esos ojos como borrados
que parecían seguir con interés
Los movimientos de una
pasión que no era de este jodido planeta,
La verdadera fuerza de
los fuertes brillaba ahí,
En sus pupilas
dilatadas, en las palpitaciones de su
Corazón mientras la
tarde se retiraba como en cámara rápida,
Y en nuestra pensión de
mierda se oían de nuevo los ruidos
Los vagidos de la noche
y sus ojos se cerraban.
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