Por josé lefián h.
10.10.20
Hace
una semana encontraron flotando en la ribera del río Rahue el cuerpo de una
mujer adulta mayor que había desaparecido el día nueve de julio, donde fue
vista por última vez en una calle del sector oriente de la ciudad de Osorno. La
mujer fallecida vivía sola con su hija y el hecho fue calificado de suicidio
por no encontrar heridas atribuibles a terceras personas. Hace cuatro días, el
seis de octubre, encontraron el cuerpo de una joven mujer de veinticuatro años,
quien se había lanzado a las corrientes del poderoso rio solo cinco horas antes
de que fuera sacado por buzos. Esta joven osornina había avisado de antemano de
sus planes suicidas a su familia, los cuales no le creerían, pero ella
concretaría su amenaza un martes a las dieciséis horas, que fue la hora exacta
cuándo transeúntes la divisaron lanzarse del puente colgante que une los
sectores de Rahue con Ovejería. Hoy, diez de octubre, acaban de encontrar el
cuerpo de Cristian Cárdenas, adulto de treinta y tres años que había
desaparecido hace tres meses, su rastro se perdió exactamente una mañana del
pasado seis de julio. Apareció en el mismo lugar donde comenzó su búsqueda, lo
que significa que su cuerpo nunca se movió de esas hondas y frías aguas cerca
de donde también esa mañana encontraron su vehículo abandonado. Seria todo, su
familia con pesar por fin podría honrar su vida y cuerpo, mientras él se
sumaría a la lista de suicidas que escogen el río Rahue como el lugar de la
despedida, el lugar para dar su último aliento. La triste diferencia es que a
Cristian yo lo conocí personalmente hace muchos años cuando éramos adolescentes
y jugábamos en la misma escuela de fútbol, cuando era un cabro feliz y seguro
de sí mismo, el Cristian de las tallas. Está demás decir que cuando conoces a
quienes son parte de estas trágicas muertes no es tan fácil pensar ni debatir sobre
el tema de la crisis mental que aqueja al país. Lo único que siempre se tiene
que tener claro en estos casos es que uno no debe ni puede juzgar decisiones
ajenas, debemos saber que es algo tan íntimo y tan personal que atañe solamente
a la persona involucrada, por lo tanto no tenemos pito ni batería que tocar. Solo
nos queda respetar la drástica decisión aunque nunca sea la correcta, porque; ¿qué
sabemos nosotros de las vidas de los atormentados? Nada, a menos que seas uno.
El
año pasado en la región de Los Lagos fueron 114 personas las que se suicidaron,
cifras alarmantes, tomando en cuenta que en todo el país la suma total fue de
1800. Aun así, regiones como Valparaíso y la región del Bio Bio son quienes se
llevan el mayor porcentaje nacional de estos lamentables decesos. Y en tiempos
de crisis sobre crisis, es necesario hablar fuerte y claro, ya que una cosa es
que nos preocupe la salud mental en Chile, pero otra cosa mucho más importante es
empezar a preocuparnos por la salud
mental en Chile en tiempos de pandemia. Porque este nuevo ritmo de vida que se nos ha
impuesto hizo que las demandas por salud mental subieran en un 200% en los
meses de abril y mayo, como también aumentó el consumo de tabaco en un 14%, de
alcohol en un 13% y de fármacos en un 11%. Factores que aumentan
ostensiblemente la posibilidad de nuevos conflictos familiares.
La mujer y una oscura realidad.
Otros
números a tomar en cuenta que están muy relacionados con los datos anteriores y
que hablan de una realidad muy oscura en nuestra sociedad, lo señala un estudio
publicado en mayo y realizado por científicos de psicologiachile.cl, el cual confirmó
que más del 70% de las mujeres chilenas se encontraban estresadas por la nueva
forma de vida. No es difícil comprender el porqué. Los roles estructurados por
el género se exageran en cuarentena. El rol de la mujer cocinera, mujer niñera,
mujer señora de la limpieza y del orden, e incluso sumado, para algunas, al
hecho de salir a trabajar, con todos los riesgos que ello conlleva, o el solo
hecho de trabajar por video llamada se ha convertido en una carga demasiada
pesada para los hombros de alguien que no recibe siquiera remuneración por ese
trabajo tan importante como el de mantener funcional a su familia. Y aquí
entramos en otro tema eje, la sociedad patriarcal que todavía impera en nuestra
sociedad y que se transmite a muchas familias, la cual es causa innegable de
agresiones, abusos, acosos, insultos, etc. No creen que ya es tiempo de
preocuparnos del bienestar de nuestras mujeres que viven en ese mundo de
violencia y humillación. Lo mejor es hacerse esta pregunta: ¿Qué clase de
hombres gobiernan un país donde no nos hacemos cargo de la violencia física y
mental en contra de nuestras mujeres, nuestras madres, hermanas e hijas?
Realidad del ciudadano común.
Hace meses leíamos a un reconocido doctor de psicología de la Universidad Católica declarando a un medio nacional: “la salud mental está en la agenda del país, pero necesitamos soluciones más que críticas, y necesitamos propuestas más que diagnósticos”. Doctor, pareciera que necesitáramos una agenda más grande. Una propuesta clara que conocemos todos es regular los precios para que la persona de clase media-baja pueda acceder a psicólogos, psiquiatras, medicamentos, etc. Porque aunque ya suene como un cliché, nunca ha dejado de ser verdad que para tener una salud de calidad en este país o tienes que ser de clase alta o tienes que hacer un esfuerzo económico inhumano para solventar los gastos implicados.
Porque
veamos esta realidad acorde al chileno común, el cual paga $30.000 por una hora
médica, en donde tiene sesenta minutos o incluso menos para desahogarse y darse
a entender, y donde lo más probable es que te receten uno o dos remedios de $40.000.
Eso para alguien que gana $300.000 al mes suena imposible de sostener, y aquí no
solo la lógica me acompaña sino también las matemáticas. Entonces nos percatamos que el problema es más de fondo,
el problema termina siendo el mismo que causa tantos males; la desigualdad. Y
mientras no cambiemos ese eje del mal, difícilmente podremos optar a una salud
mental de calidad que sea accesible para todos los chilenos sin importar su
rango social.
Una verdadera solución, muchas oportunidades.
ü Menos
horas de trabajo
ü Mejores
condiciones de trabajo
ü Mejores
sueldos
ü Promover
una vida saludable
ü Comer
sano
Todas
soluciones que parecen ir en contra del sistema capitalista establecido, en
donde trabajar más, con horarios burdos y escandalosos, significa ser mejor
ciudadano.
En
donde aguantar injusticias y abusos en el trabajo significa “ponerse la
camiseta”. En donde tener un mejor sueldo que sea acorde con las constantes subidas
de precios del mercado solo es posible si eres político, empresario o militar.
En donde para muchos “vida sana” solo
significa ir a jugar el fin de semana con el equipo de barrio. Y donde comer
sano es económicamente riesgoso para aquellos bolsillos que llegan con los
justo a fin de mes. Quizás, nuevamente copiar (el cual hace décadas es el
hobbie favorito de los gobernantes chilenos) en este urgente tema no sea una
mala idea, especialmente si se pretende emular el exitoso sistema de salud
mental australiano. Pero para eso, primero hay que ponerse la mano en el
bolsillo. Porque los australianos ocupan el 9,6% de su presupuesto total en
salud mental, una cifra inimaginable en Chile, donde solo se invierte el 1,9%. Primer
paso obligatorio y necesario es ese. Luego, los demás pasos a copiar según el
plan australiano son:
ü Fortalecimiento
institucional,
ü Inversión
en nueva infraestructura,
ü Fuerte
capacitación de recursos humanos,
ü Creación
de programas de prevención en amas de casa, en jóvenes, en personas de escasos
recursos y en pueblos originarios,
ü Promover
culturalmente el cambio de visión sobre estas enfermedades para acabar de una
vez por todas con la injusta estigmatización.
Todas
estas parecieran ser excelentes ideas a realizar en un próximo futuro, pero
para cumplir con estas propuestas se necesita mucho más que un mísero 1,9%, y
ahí tenemos que volver a preguntarnos: ¿existe la real voluntad de ampliar el
presupuesto?
El nuevo Chile.
Actuar
pronto parece ser casi un deber, pero en un país donde los reales problemas de
la gente no son escuchados o suelen ser barnizados bajo capas de mediocridad e
hipocresía, se ve difícil imaginar un futuro en donde el stress, la ansiedad y
la depresión no sean el pan de cada día de un importante número de chilenas y
chilenos. Y esto parece sonar como una amenaza pero es una realidad; o actuamos
o nos convertiremos en el país más depresivo del mundo, o actuamos o estas
tragedias nos tocaran más cerca de lo que creemos.
Ojalá
el nuevo Chile con el que muchos soñamos si se preocupe de sus ciudadanos,
ojalá el nuevo Chile que se nos viene encima si entienda que familias felices y
trabajos en condiciones dignas a la larga se traducirá en un incremento positivo
tanto económico como cultural. En resumen, nuestra más grande esperanza es ese
nuevo Chile y sus nuevas políticas en pos de su gente que ha sido tan
abandonada. Esperemos y trabajemos para que sea así.